No importa cuánto usted gane. Lo más probable es que la gente que gana más que usted sea más sana y viva más. Esa es la conclusión de un nuevo informe de investigadores del Urban Institute y de la Virginia Commonwealth University que examina los vínculos complejos entre la salud, la riqueza y el ingreso.
No debería sorprender a nadie que la pobreza esté muchas veces asociada a la mala salud. Menos obvio es el hecho de que la salud y el ingreso mejoran de la mano en la pirámide económica. Las personas más ricas tienen menos enfermedades que la clase media alta, que está en mejor estado físico que la clase media baja, y así sucesivamente.
El informe de Urban analizó una decena de problemas de salud y determinó que, salvo algunas pocas excepciones, existe una mejora constante en la salud conforme las personas van ascendiendo en la escala de ingresos.
La expectativa de vida y la salud general también decaen junto con el ingreso. Y si bien las minorías en Estados Unidos tienen peor salud, en gran medida la diferencia es una consecuencia de las disparidades de ingresos entre grupos raciales y étnicos.
He aquí otra manera de verlo: 6,4 millones de personas en Estados Unidos sufrieron derrames cerebrales, una tasa de prevalencia de 2,7 por ciento de los adultos no institucionalizados. Entre aquellos que ganan ingresos de 6 dígitos, la tasa es del 1,6 por ciento. Si todos tuvieran la misma incidencia de derrames cerebrales que los norteamericanos más ricos, habría 2,6 millones menos de pacientes con derrames cerebrales en el país. Si multiplicamos estas diferencias entre diversos problemas de salud –diabetes, enfermedades coronarias, enfermedades pulmonares-, la magnitud de las disparidades en materia de salud se vuelve clara.
La relación de la salud y el dinero es compleja. Tanto para los ricos como para los pobres, los dos atributos se refuerzan mutuamente. “La salud y los ingresos se afectan entre sí en ambas direcciones: no sólo un ingreso superior facilita una mejor salud, sino que la mala salud y las discapacidades pueden afectar a alguien a la hora de que le vaya bien en la escuela o de asegurarse y conservar un trabajo bien remunerado”, escriben los autores de Urban.
Vivir en la pobreza suele significar un menor acceso a alimentos nutritivos o vecindarios seguros para hacer ejercicio al aire libre. La gente de bajos ingresos tiene más probabilidades de fumar o de ser obesa. Los empleos administrativos demandan menos exigencia física y la gente que tiene este tipo de empleos puede tomarse un día para ir al médico o hacerse socio de un gimnasio. También es probable que no trabaje en el turno noche, lo que está asociado con el cáncer y otros problemas de salud.
La relación entre riqueza e ingreso significa que los salarios reales estancados y una mayor desigualdad también afectan la salud física y mental de Estados Unidos. El informe de Urban dice: “Es importante recordar que las políticas económicas y sociales son políticas de salud en el sentido que afectan la expectativa de vida, las tasas de enfermedad y los costos de la atención médica para todos los norteamericanos”.
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